Palabra entre nosotros
¿Que mas hemos pensado
dicho y hecho?
La primera asamblea de comienzo de curso
de los
universitarios de CL de Milán después
de los dramáticos
sucesos de los años anteriores
(los que siguieron al 68)
Apuntes tomados de la intervención de Luigi Giussani, Novegro, 30 de Octubre de 1975
Con la esperanza de que cada uno observe la identidad sustacial a lo largo del tiempo de nuestro discurso
y de nuestro método
Estamos llamados a ser la memoria del mundo.
El hombre lleva su significado en la memoria; el significado no es una invención sino el sentido de un camino;
la memoria retiene el sentido del recorrido que es nuestro tiempo. Tener presente el valor de uno mismo como
memoria es signo de una gran madurez. Es más, sólo se tiene en cuenta la propia persona en la memoria, en
la mirada cordial hacia nuestro camino en el pasado; y sólo de esta mirada podemos extraer la imagen real y
la energía para afrontar el futuro.
La percepción de uno mismo como memoria es algo grande y yo querría empezar retomando una verdadera
autoconciencia para que nuestra vida no sea negativa.
Viendo pasar un avión, me he acordado de lo que siempre pienso cuando voy por el mundo: "¿Quién es
conciente de su destino?. La mayoría de la gente vive en la ignorancia profunda de su destino y éste es el
motivo de la gran compasión que hay que tener por ellos. Este mundo que ignora el destino se caracteriza
por una gran irresponsabilidad. Como decía San Pablo en el Areópago de Atenas: " Vosotros adoráis al Dios
desconocido", y Cristo a la samaritana: "Vosotros adoráis lo que no conocéis"..
Pero nosotros le conocemos, a nosotros se nos ha dado conocerle, se nos ha concedido encontrarle.
La negatividad de la vida es una categoría que también podemos aplicar a nuestra experiencia: la negatividad
de nuestra vida es que haya tenido un talento en la mano y lo haya escondido, o peor aún, lo haya perdido.
Todo lo que no se convierte en instrumento del amor es negativo. No detallo el análisis ni me detengo en
esta afirmación, que, por otra parte, resulta obvia, si bien algo confusa ante nuestra mirada y nuestra conciencia.
Nuestra vida es negativa si no se convierte en un instrumento del amor. Pero, tratándose de la vida, hay que
eliminar el artículo indeterminado y decir que la vida es negativa si no se convierte en instrumento del amor.
"Tu nos amaste, Señor, desde la profundidad del tiempo", dice nuestro canto. El problema más grave del
amor no está a nivel del corazón sino a nivel del juicio, porque el juicio es la raíz del corazón. De hecho,
decían los antiguos escolásticos que nihil volitum quin praecognitum, no se desea nada que antes no se haya
conocido.
Se llama juicio al fenómeno por el cual el hombre conoce las cosas como hombre; el juicio identifica el objeto
hacia el que se dirigen los pasos de nuestro camino, la finalidad de la dinámica humana. La cuestión decisiva
de la vida es el juicio de valor.
De hecho, el problema de la vida cristiana es la fe, y la fe es el juicio de valor porque abre el camino cristiano,
abre la posibilidad de una nueva vida.
Así pues, el problema de la negatividad o de la positividad de la vida estriba por entero en la claridad y en la
cordialidad del juicio de valor en el que se fundamenta toda la existencia, el desarrollo personal, el florecimiento
personal, la propia búsqueda.
El amor es la energía constructiva, fecunda, que se sucede coherentemente - por poco que el hombre sea
capaz - de un juicio de valor, del reconocimiento de lo que "vale la pena".
Nuestra vida se debe apoyar sobre un "vale la pena" supremo.
¿Cuál es el contenido de este juicio de valor sobre el que toda la vida se apoya como razón última?
Cada uno de nosotros comprende muy bien que la palabra "Dios" - se asocie a la imagen que se asocie -
, por un lado, indica la realidad que nos precede y que precede a cualquier otra realidad, ya que indica el
abismo del Ser que hace todas las cosas, concretamente y en la práctica, tiende a coincidir con el perímetro
de nuestros pensamientos, con el color de nuestra imágenes.
La palabra "Dios", es, a la vez, tan grande por lo que indica cuanto confusa y genérica por nuestra percepción.
"Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11, 27). "A Dios nadie le ha
visto: el Hijo único que está en el seno del Padre, El lo ha contado" dice San Juan en el primer capítulo del
Evangelio (Jn 1, 18).
"Tu nos has amado Señor desde la profundidad del tiempo"; en el tiempo, dentro del tiempo, por tanto dentro
de la historia, dentro de la existencia. "Tu nos has amado Señor en todo momento": Dios nos ha alcanzado
como objeto de un encuentro, como presencia a la que El mismo ha dado el nombre de compañía, como
implicación concreta, real, física, en el tiempo y en el espacio. El mismo, asumiendo la terminologías de los
nómadas de entonces, dio el nombre de Alianza a su relación con el hombre.
Nueva y Eterna Alianza. Definitiva.
Lo que es definitivo define el rostro, por tanto, define mi persona, mi naturaleza, mi personalidad. Yo estoy
definido por esta relación con esta Presencia definitiva.
Por eso, a Felipe, que le pedía continua y apasionadamente: "Muéstranos al Padre", Cristo le respondió:
"¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a Mi ha visto al
Padre". (Jn 14, 9)
Cristo es el valor de la existencia y de la historia. Dios hecho hombre. "Sin El no se hizo nada de cuanto
existe". (Jn 1, 3)
El, el Verbo por el que todo consiste, se ha hecho carne y a puesto su tienda entre nosotros, su morada
entre nosotros. Por eso todo consiste en El.
¿Cómo podemos empezar un nuevo año de vida y, por tanto, de camino y de gusto, pero también de lucha,
de tensión, sin que todo nuestro ser se fije en esta Presencia que es la definición de nuestra persona, la
definición de nuestro rostro, del rostro nuevo y eterno de cada uno de nosotros?
Y si El es el nuevo y eterno rostro de cada uno de nosotros, entonces todos juntos tenemos un sólo rostro.
[sigue...]
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